Capitulo 1

  


Fenomenología y hermenéutica histórica de la ingeniería

Escuela de Frankfurt y la ingeniería

Tecnocracia, postmodernidad e ingeniería 

Universidad productora de productores 

Latour: Ontología, Actores-Red y la ingeniería química 

Modernidad y la ingeniería: la ciencia y los materiales cancerígenos

Fenomenología y hermenéutica histórica de la ingeniería

 

Sin dejar de lado la filosofía, recordemos que la fenomenología husserliana es un método de esta disciplina que consiste en describir los fenómenos tal y como se presentan a la conciencia, sin presuponer ni aceptar ninguna teoría o doctrina previa. La fenomenología husserliana busca encontrar la esencia de los fenómenos, es decir, lo que los hace ser lo que son, independientemente de las condiciones empíricas o históricas que los afectan. 

 

Por otro lado la filosofía preocupada por la existencia actualmente se ha acercado a definir los fenómenos fundamentales de la vida humana desde la economía política. En este sentido, el acercamiento a la investigación de la ingeniería química y los materiales cancerígenos es el estudio de cómo las relaciones de poder y los conflictos de intereses afectan a la producción, la distribución y el consumo de los bienes y servicios que resultan de esta actividad intelectual, así como a las consecuencias que estos conflictos tienen sobre el desarrollo económico y social. Por tanto, una economía política de la ingeniería química y los materiales cancerígenos se basa en el concepto de modo de producción, que se refiere al conjunto de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción que determinan la forma en que se produce, se distribuye y se consume la riqueza en una sociedad.

 

Una némesis epistémica inédita se puede definir desde el punto de vista existencial y sobre la crisis de la ciencia, que son dos temas centrales en el pensamiento de Husserl. El punto de vista existencial se refiere a la actitud filosófica que se interesa por el sentido y el valor de la existencia humana, que se caracteriza por la libertad, la responsabilidad y la finitud. La crisis de la ciencia se refiere al diagnóstico crítico que hace Husserl de la situación de la ciencia moderna, que se ha alejado de su vocación originaria de buscar la verdad y se ha convertido en una mera técnica al servicio de intereses particulares.

 

Desde el punto de vista existencial, la fenomenología husserliana y la economía política de la ingeniería química y los materiales cancerígenos plantean un dilema ético y político para el hombre contemporáneo, que se ve enfrentado a la disyuntiva entre la vida auténtica y la vida inauténtica. La vida auténtica es aquella que se basa en la búsqueda de la verdad, el sentido y el valor de la existencia, que se realiza mediante la reflexión crítica, la intuición eidética y la reducción fenomenológica. La vida inauténtica es aquella que se basa en la aceptación acrítica, el conformismo y la alienación de la existencia, que se manifiesta mediante la naturalización, la historización y la objetivación de los fenómenos: el olvido del ser.

 Esta mirada crítica nos invita a optar por la vida auténtica, que implica una actitud de asombro, de duda y de interrogación frente a los fenómenos, que nos permite acceder a su esencia y a su sentido. Nos invita también a optar por una ética de la responsabilidad, que implica una actitud de compromiso, de cuidado y de respeto frente a los fenómenos, que nos permite valorarlos y orientarlos. La suspensión fenomenológica de teorías previas nos convoca, finalmente, a optar por una política de la libertad, que implica una actitud de participación, de diálogo y de transformación frente a los fenómenos, que nos permite crear y compartir una comunidad de sentido.

 

Desde el punto de vista existencial, la formulación de una némesis epistémica nos advierte de los riesgos de la vida inauténtica, que implica una actitud de indiferencia, de aceptación y de sometimiento frente a los fenómenos, que nos impide acceder a su esencia y a su sentido. La economía política de la ingeniería química y los materiales cancerígenos nos advierte también de los riesgos de una ética de la irresponsabilidad, que implica una actitud de explotación, de daño y de desprecio frente a los fenómenos, que nos impide valorarlos y orientarlos. La némesis epistémica nos advierte, finalmente, de los riesgos de una política de la dominación, que implica una actitud de exclusión, de conflicto y de imposición frente a los fenómenos, que nos impide crear y compartir una comunidad de sentido existencial.

 

Gracias a la perspectiva existencial de la crisis de la ciencia, el concepto emergente de la ingeniería en tanto némesis epistémica plantea un desafío epistemológico y práctico para el hombre contemporáneo, que se ve enfrentado a la necesidad de recuperar y renovar el sentido y el valor de la ciencia, que se ha perdido y se ha corrompido por la influencia de las ideologías, los intereses y las técnicas. La ciencia, según esta visión, es ante todo una actividad humana que tiene como fin la búsqueda de la verdad, el conocimiento y la sabiduría, que se realiza mediante la observación, la experimentación y la teorización de los fenómenos. La ciencia, según el filósofo de origen checo, por tanto debería ser una actividad humana que tenga como fin la búsqueda del bien, la utilidad y la felicidad, que se realiza mediante la aplicación, la innovación y la transformación de los fenómenos.

 

Este maravilloso proyecto filosófico nos proponía una solución para esta crisis, que consiste en una vuelta a las cosas mismas, es decir, a la experiencia originaria y vivida de los fenómenos, que se ha olvidado y se ha ocultado por la abstracción, la generalización y la matematización de los fenómenos. Por otro lado se propone además una solución para esta crisis, que consiste en una fundamentación y una orientación de la ciencia, es decir, en una justificación y una dirección de la ciencia, que se ha perdido y se ha desviado por la falta de rigor, de coherencia y de sentido existencial de la ciencia. Bajo esta propuesta, finalmente, se ofrece una solución para esta crisis, que consiste en su desmistificación, destecnocratización y rehumanización de la ciencia, es decir, en una integración y una comunicación de la ciencia, que se ha aislado y se ha enajenado por la especialización, la fragmentación y la tecnificación de la ciencia.

 

Desde mi punto de vista sobre la crisis de la ciencia, una economía política de la ingeniería química y los materiales cancerígenos nos muestra las causas y las consecuencias de esta crisis ambiental y sanitaria, que consisten en una desnaturalización y deshumanización que conlleva la mistificación de la ciencia, es decir, en una separación y una oposición de la ciencia con respecto a la naturaleza y al hombre, que se ha producido y se ha agravado por la influencia de las ideologías, los intereses y las técnicas. La teoría fenomenológica de una némesis epistémica, en tanto investigación de la ingeniería como condición de posibilidad de los materiales cancerígenos, nos muestra también las causas y las consecuencias de esta crisis en la esfera de la economía política, que consisten en una contaminación y una destrucción de la naturaleza y de la salud mental y fisica del hombre, es decir, en una alteración y una aniquilación de la existencia humana, que se ha producido y se ha agravado por la acción de la tecnología y el mercado.

 

La crítica filosófica tanto de la fenomenología husserliana como de la economía política, sobre la lupa del ámbito de la ingeniería química su influencia en la cotidianidad de los materiales cancerígenos nos ofrecen, desde el punto de vista existencial y sobre la crisis de la ciencia, una reflexión y una acción sobre el sentido y el valor de la existencia humana, de la ciencia y de la técnica, que se ven amenazados y desafiados por la contaminación, el cáncer y la alienación del mercado ilimitado. Sin embargo, esta reflexión y esta acción no son suficientes si no se sitúan en el contexto de la historia, que es el horizonte de sentido y de posibilidad de la existencia humana, de la ciencia y de la técnica. Para ello, podemos recurrir a la perspectiva existencial de la historia de Heidegger, que nos ofrece una comprensión y una orientación del sentido histórico, que se basa en el concepto hermenéutico de ser histórico.

 

El ser histórico, según Heidegger, es el modo de ser del hombre, que se caracteriza por su temporalidad, su historicidad y su facticidad. La temporalidad se refiere a la estructura temporal del hombre, que se compone de pasado, presente y futuro, que se articulan en el fenómeno de la pre-ocupación, la comprensión y la proyección. La historicidad se refiere a la condición histórica del hombre, que se basa en la pertenencia a una tradición, a una época y a un destino, que se expresan en el fenómeno de la herencia, la situación y la misión. La facticidad se refiere a la situación fáctica del hombre, que se funda en la contingencia, la limitación y la mortalidad, que se manifiestan en el fenómeno de la caída, la angustia y la muerte.

 

La existencia histórica, según el filósofo alemán, implica una doble posibilidad: la autenticidad y la inautenticidad. La autenticidad se refiere al modo de ser del hombre que asume su temporalidad, su historicidad y su facticidad, y que se realiza mediante la resolución, el testimonio y el compromiso. La inautenticidad se refiere al modo de ser del hombre que rehúye su temporalidad, su historicidad y su facticidad, y que se realiza mediante la evasión, el olvido y la indiferencia.

 

Aplicando la perspectiva existencial de la historia en la filosofía de Heidegger al caso de la contaminación de la industria química, los materiales cancerígenos y la ingeniería química, se puede observar que este problema es el resultado de un modo de ser histórico inauténtico, que implica una evasión, un olvido y una indiferencia frente a la temporalidad, la historicidad y la facticidad del hombre, de la ciencia y de la técnica. La perversión en la ciencia aplicada es el resultado de una evasión del pasado, del presente y del futuro del hombre, de la ciencia y de la técnica, que les impide asumir su pre-ocupación, su comprensión y su proyección. La crisis de la salud por culpa de la ciencia es también el resultado de un olvido de la tradición, de la época y del destino del hombre, de la ciencia y de la técnica, que les impide asumir su herencia, su situación y su misión. La contaminación es, por tanto, el resultado de una indiferencia frente a la contingencia, la limitación y la mortalidad del hombre, de la ciencia y de la técnica, que les impide asumir su caída, su angustia y su muerte.

asumir su caída, su angustia y su muerte.

 

La hermenéutica histórica nos propone una solución para este problema, que consiste en un modo de ser histórico auténtico, que implica una resolución, un testimonio y un compromiso frente a la temporalidad, la historicidad y la facticidad del hombre, de la ciencia y de la técnica. La resolución de la contaminación desde su matriz intelectual por parte de la creatividad y el diseño de la ingeniería consiste en una asunción del pasado, del presente y del futuro del hombre, de la ciencia y de la técnica, que le permite darse asumir su pre-ocupación, su comprensión y su proyección. El testimonio de la contaminación en la industria química y el empleo en el mercado de los materiales cancerígenos, gracias al diseño y el trabajo intelectual de la ingeniería química, consiste en una recuperación de la tradición, de la época y del destino del hombre, de la creatividad de su ingenio inventivo, que le permite dar realidad a su herencia, su situación de peligro histórico y su misión. El compromiso existencial ante la polución tóxica de las industrias, consiste en una confrontación con la contingencia, la limitación y la mortalidad del humano y de su ciencia y técnica, que le permite dar cuenta de su caída, su angustia y su muerte.

 

Heidegger nos invita a una reflexión y una acción sobre este modo de ser histórico auténtico, que implica una responsabilidad y una libertad del hombre frente a la historia, a la ciencia y a la técnica. Además nos anima a participar en la construcción, la interpretación y la transformación de la historia, teniendo en cuenta tanto sus aspectos temporales como sus aspectos históricos y fácticos. Por últimonos alienta a dialogar y a colaborar con la ciencia y la técnica, reconociendo su temporalidad, su historicidad y su facticidad, así como su relación con el hombre y con el ser.

 

Finalmente quiero decir que la perspectiva existencial de la historia de Heidegger nos permite comprender y enfrentar el problema de la contaminación desde una visión dinámica y relacional de la realidad, que se basa en el concepto de ser histórico. El filósofo alemán nos ofrece una visión crítica y ética de la historia, de la ciencia y de la técnica, que reconoce su complejidad, su diversidad y su relevancia para el desarrollo humano y social. Él nos propone una visión constructiva y creativa de la historia, de la ciencia y de la técnica, que busca su autenticidad, su sentido y su valor para el hombre.

 Escuela de Frankfurt y la ingeniería

Jürgen Habermas, el principal representante de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, ha desarrollado una teoría crítica de la sociedad y la cultura que cuestiona la racionalidad instrumental que domina la modernidad y que genera problemas como la alienación, la dominación, la crisis de sentido y la destrucción de la naturaleza. Habermas propone una nueva forma de racionalización, basada en la acción comunicativa, que busca el entendimiento, el consenso, la argumentación y la deliberación entre los sujetos, y que permite una integración social basada en el reconocimiento mutuo, la solidaridad y la democracia.

La escuela de Frankfurt propone una teoría crítica que busca analizar y transformar la sociedad y la cultura desde una perspectiva emancipadora y dialéctica. Esta teoría cuestiona la racionalidad instrumental que domina la modernidad y que ha generado problemas como la alienación, la dominación, la crisis de sentido y la destrucción de la naturaleza.


La interacción entre los fenómenos del desarrollo, la contaminación y la ingeniería puede ser abordada desde el enfoque crítico de la escuela de Frankfurt, considerando los siguientes aspectos:


- El desarrollo se entiende como un proceso histórico y social que implica cambios en las estructuras económicas, políticas y culturales de una sociedad. Sin embargo, el desarrollo no es un fin en sí mismo, sino un medio para mejorar las condiciones de vida de las personas y garantizar sus derechos humanos. El desarrollo debe ser sostenible, es decir, respetuoso con el medio ambiente y con las generaciones futuras¹.

- La contaminación es el resultado de la intervención humana sobre el medio natural, que altera el equilibrio ecológico y afecta la salud y el bienestar de los seres vivos. La contaminación se debe, en gran medida, al modelo de producción y consumo capitalista, que se basa en la explotación de los recursos naturales, la generación de residuos y la externalización de los costos ambientales².

- La ingeniería es la aplicación de la ciencia y la tecnología para resolver problemas prácticos y satisfacer necesidades humanas. La ingeniería puede tener un impacto positivo o negativo sobre el desarrollo y la contaminación, dependiendo de los fines y los valores que la orientan. La ingeniería debe ser socialmente responsable, es decir, ética, participativa y comprometida con el bien común³.


Desde el enfoque crítico de la escuela de Frankfurt, se puede plantear una reflexión sobre la relación entre el desarrollo, la contaminación y la ingeniería, que tenga en cuenta los siguientes aspectos:


- La crítica a la razón instrumental, que reduce la ciencia y la tecnología a meros instrumentos al servicio de intereses económicos y políticos, sin considerar las consecuencias sociales y ambientales de sus acciones.

- La defensa de la razón comunicativa, que propone una racionalidad basada en el diálogo, el consenso, la argumentación y la comprensión mutua, que permita una acción social orientada a la emancipación y la democracia.

- La propuesta de una ecología crítica, que cuestione el paradigma antropocéntrico y utilitarista que domina la relación entre el ser humano y la naturaleza, y que promueva una ética ecológica que reconozca el valor intrínseco de los seres vivos y su interdependencia.

- La búsqueda de una alternativa al capitalismo, que supere la lógica de la acumulación, la competencia, la explotación y la alienación, y que construya una sociedad más justa, solidaria, equitativa y sustentable.

Habermas y el discurso de la modernidad: aplicación de su aproximación al problema de la ingeniería


La modernidad es un concepto complejo y polémico que se refiere al conjunto de transformaciones históricas, sociales, culturales, políticas y económicas que se produjeron desde el siglo XVII hasta el siglo XX. La modernidad implica una valoración positiva de la novedad, el progreso, la razón, la ciencia y la técnica, pero también genera problemas como la desigualdad, la explotación, la violencia, la fragmentación y el desencantamiento.


La filosofía de la modernidad ha intentado ofrecer una fundamentación racional de la realidad y de la acción humana, así como una orientación normativa para la emancipación y la democracia. Sin embargo, la filosofía de la modernidad ha sido sometida a una crítica radical por parte de diversos autores que han cuestionado sus presupuestos, sus límites y sus consecuencias. Entre estos autores se encuentran Nietzsche, Heidegger, Foucault, Derrida y Lyotard, que han propuesto una superación, una deconstrucción o una posmodernidad de la razón moderna.


Frente a esta crítica, Jürgen Habermas, el exponente más destacado de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, ha defendido la idea de la modernidad como un proyecto inacabado, que debe ser reconstruido y completado desde una perspectiva crítica y dialéctica. Habermas no niega los problemas y las contradicciones de la modernidad, pero tampoco renuncia a sus potencialidades y a sus aspiraciones. Para ello, Habermas propone un nuevo paradigma de racionalización, basado en la idea de acción comunicativa, que supera la racionalidad instrumental y estratégica que domina la modernidad y que abre la posibilidad de una acción social orientada al entendimiento, al consenso, a la argumentación y a la deliberación.


La acción comunicativa es el tipo de acción que se realiza mediante el uso del lenguaje, con el fin de coordinar la acción de los participantes y de alcanzar un acuerdo racional sobre la validez de las pretensiones de verdad, corrección normativa, sinceridad y comprensibilidad que se plantean en el discurso. La acción comunicativa se basa en la presuposición de que los participantes comparten un mundo de la vida, es decir, un trasfondo común de conocimientos, valores, normas e intereses, que les permite interpretar y evaluar las situaciones y las acciones de los demás. La acción comunicativa también se basa en la presuposición de que los participantes están dispuestos a someter sus pretensiones de validez a la crítica y a la justificación, mediante el recurso a una racionalidad discursiva, que implica el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad.

La acción comunicativa, según Habermas, es la forma de acción que mejor expresa la racionalidad inherente al lenguaje y que permite una integración social basada en el reconocimiento mutuo, la solidaridad y la democracia. La acción comunicativa también es la forma de acción que permite una reflexión crítica sobre las condiciones de la comunicación y sobre los obstáculos que la dificultan o la distorsionan. Estos obstáculos pueden ser de tipo sistémico, cuando la acción comunicativa se ve sometida a las presiones de los sistemas funcionales de la economía y el poder, que operan según una lógica de eficiencia, competencia y dominación. O pueden ser de tipo patológico, cuando la acción comunicativa se ve afectada por la colonización del mundo de la vida, es decir, por la pérdida de sentido, de identidad y de autonomía de los sujetos, que se ven alienados, manipulados o excluidos por los procesos de racionalización instrumental.


La teoría de la acción comunicativa de Habermas ofrece, por tanto, un marco teórico y práctico para el análisis y la transformación de la sociedad y la cultura desde una perspectiva crítica y emancipadora. Esta perspectiva implica una revisión y una ampliación de la idea de modernidad, que no se reduce a la dimensión cognitivo-instrumental, sino que incluye también las dimensiones moral-práctica y estético-expresiva. Así, la modernidad se entiende como un proceso de diferenciación y de racionalización de los tres ámbitos de validez del discurso: el ámbito de la verdad, el ámbito de la corrección normativa y el ámbito de la sinceridad. Estos ámbitos de validez corresponden, a su vez, a los tres intereses cognitivos del conocimiento humano: el interés técnico, el interés práctico y el interés emancipatorio.


La aplicación de la aproximación de Habermas al problema de la ingeniería puede realizarse desde varios niveles y perspectivas. En primer lugar, se puede considerar la ingeniería como una forma de conocimiento científico y técnico, que se orienta al interés técnico de controlar y manipular la naturaleza. En este nivel, la ingeniería se inscribe en el ámbito de la verdad y se rige por los criterios de objetividad, verificación y eficacia. Sin embargo, la ingeniería no puede ser reducida a una mera actividad instrumental, sino que debe ser sometida a una reflexión crítica sobre sus presupuestos, sus fines y sus consecuencias. En este sentido, la ingeniería debe tener en cuenta el interés práctico de comprender y orientar la acción humana, así como el interés emancipatorio de liberar a los sujetos de las formas de dominación y de opresión. En este nivel, la ingeniería se inscribe en el ámbito de la corrección normativa y en el ámbito de la sinceridad, y se rige por los criterios de legitimidad, responsabilidad y compromiso.


En segundo lugar, se puede considerar la ingeniería como una forma de acción social, que se realiza mediante el uso del lenguaje y que se orienta a la acción comunicativa. En este nivel, la ingeniería se basa en la presuposición de que los participantes comparten un mundo de la vida, que les permite coordinar sus acciones y alcanzar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. La ingeniería también se basa en la presuposición de que los participantes están dispuestos a someter sus pretensiones de validez a la crítica y a la justificación, mediante el recurso a una racionalidad discursiva, que implica el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad. La ingeniería, según esta perspectiva, es una forma de acción social que busca resolver problemas prácticos y satisfacer necesidades humanas, de manera ética, participativa y comprometida con el bien común.


En tercer lugar, se puede considerar la ingeniería como una forma de cultura, que se expresa mediante la creación y la innovación de artefactos, sistemas y procesos técnicos. En este nivel, la ingeniería se inscribe en el ámbito de la sinceridad y se rige por los criterios de originalidad, calidad y belleza. La ingeniería, en este sentido, es una forma de cultura que refleja la identidad, los valores y las aspiraciones de los sujetos, así como su capacidad de imaginar, de crear y de transformar la realidad. La ingeniería también es una forma de cultura que se comunica y se difunde a través de diversos medios y lenguajes, y que genera un impacto social y ambiental.


La aproximación de Habermas al problema de la ingeniería, por tanto, implica una visión integral y crítica de la ingeniería, que la sitúa en el contexto de la modernidad y que la analiza desde las dimensiones cognitivo-instrumental, moral-práctica y estético-expresiva. Esta visión también implica una concepción dialógica y democrática de la ingeniería, que la concibe como una forma de acción comunicativa, que se realiza mediante el uso del lenguaje y que se orienta al entendimiento, al consenso, a la argumentación y a la deliberación. Esta concepción también implica una actitud responsable y comprometida de la ingeniería, que la asume como una forma de conocimiento, de acción y de cultura, que debe tener en cuenta los fines y los valores que la orientan, así como las consecuencias sociales y ambientales que produce.


En su ensayo "Ciencia y técnica como ideología"[^1^][1], Habermas analiza el papel de la ciencia y la técnica en la sociedad moderna, y las críticas que se han hecho a su pretensión de neutralidad, objetividad y progreso. Habermas distingue entre tres tipos de racionalidad: la racionalidad con respecto a fines, la racionalidad con respecto a valores y la racionalidad comunicativa. La racionalidad con respecto a fines se refiere a la capacidad de elegir y aplicar los medios más adecuados para alcanzar unos fines dados, sin cuestionar la validez de estos fines. La racionalidad con respecto a valores se refiere a la capacidad de fundamentar y justificar los fines y los valores que orientan la acción, mediante el recurso a normas universales y principios morales. La racionalidad comunicativa se refiere a la capacidad de coordinar la acción y alcanzar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso, mediante el uso del lenguaje y el respeto a las reglas del diálogo.


Habermas sostiene que la ciencia y la técnica se han convertido en ideología, en el sentido de que han impuesto una forma de racionalidad con respecto a fines que ha colonizado los ámbitos de la racionalidad con respecto a valores y de la racionalidad comunicativa. La ciencia y la técnica se presentan como formas de conocimiento y de acción que no dependen de los contextos históricos, sociales y culturales, sino que se basan en criterios de verdad, eficacia y utilidad. Sin embargo, la ciencia y la técnica no son neutrales, sino que están al servicio de intereses económicos y políticos, que determinan los fines y los valores que orientan la investigación, la innovación y la aplicación de los conocimientos y de los artefactos técnicos. La ciencia y la técnica, además, no son inocuas, sino que tienen consecuencias sociales y ambientales, que afectan a la calidad de vida, a la distribución de la riqueza, al ejercicio de la democracia y a la preservación de la naturaleza.

La ingeniería química es una disciplina que se ocupa del diseño, la construcción y la operación de procesos y plantas industriales que involucran reacciones químicas y cambios físicos de la materia. La ingeniería química tiene aplicaciones en diversos sectores, como la producción de energía, la fabricación de materiales, la síntesis de fármacos, la elaboración de alimentos, el tratamiento de aguas, la gestión de residuos, etc. La ingeniería química, como forma de ciencia y técnica, se rige por la racionalidad con respecto a fines, es decir, por la capacidad de elegir y aplicar los medios más adecuados para alcanzar unos fines dados, sin cuestionar la validez de estos fines.


La aplicación de la aproximación de Habermas al problema de la ingeniería química, la contaminación y los materiales cancerígenos puede realizarse desde varios niveles y perspectivas. En primer lugar, se puede considerar la ingeniería química como una forma de conocimiento científico y técnico, que se orienta al interés técnico de controlar y manipular la naturaleza. En este nivel, la ingeniería química se inscribe

 en el ámbito de la verdad y se rige por los criterios de objetividad, verificación y eficacia. Sin embargo, la ingeniería química no puede ser reducida a una mera actividad instrumental, sino que debe ser sometida a una reflexión crítica sobre sus presupuestos, sus fines y sus consecuencias. En este sentido, la ingeniería química debe tener en cuenta el interés práctico de comprender y orientar la acción humana, así como el interés emancipatorio de liberar a los sujetos de las formas de dominación y de opresión. En este nivel, la ingeniería química se inscribe en el ámbito de la corrección normativa y en el ámbito de la sinceridad, y se rige por los criterios de legitimidad, responsabilidad y compromiso.


En segundo lugar, se puede considerar la ingeniería química como una forma de acción social, que se realiza mediante el uso del lenguaje y que se orienta a la acción comunicativa. En este nivel, la ingeniería química se basa en la presuposición de que los participantes comparten un mundo de la vida, que les permite coordinar sus acciones y alcanzar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. La ingeniería química también se basa en la presuposición de que los participantes están dispuestos a someter sus pretensiones de validez a la crítica y a la justificación, mediante el recurso a una racionalidad discursiva, que implica el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad. La ingeniería química, según esta perspectiva, es una forma de acción social que busca resolver problemas prácticos y satisfacer necesidades humanas, de manera ética, participativa y comprometida con el bien común.


En tercer lugar, se puede considerar la ingeniería química como una forma de cultura, que se expresa mediante la creación y la innovación de procesos y plantas industriales que involucran reacciones químicas y cambios físicos de la materia. En este nivel, la ingeniería química se inscribe en el ámbito de la sinceridad y se rige por los criterios de originalidad, calidad y belleza. La ingeniería química, en este sentido, es una forma de cultura que refleja la identidad, los valores y las aspiraciones de los sujetos, así como su capacidad de imaginar, de crear y de transformar la realidad. La ingeniería química también es una forma de cultura que se comunica y se difunde a través de diversos medios y lenguajes, y que genera un impacto social y ambiental.


La aproximación de Habermas al problema de la ingeniería química, la contaminación y los materiales cancerígenos, por tanto, implica una visión integral y crítica de la ingeniería química, que la sitúa en el contexto de la modernidad y que la analiza desde las dimensiones cognitivo-instrumental, moral-práctica y estético-expresiva. Esta visión también implica una concepción dialógica y democrática de la ingeniería química, que la concibe como una forma de acción comunicativa, que se realiza mediante el uso del lenguaje y que se orienta al entendimiento, al consenso, a la argumentación y a la deliberación. Esta concepción también implica una actitud responsable y comprometida de la ingeniería química, que la asume como una forma de conocimiento, de acción y de cultura, que debe tener en cuenta los fines y los valores que la orientan, así como las consecuencias sociales y ambientales que produce.


La ingeniería química, como forma de ciencia y técnica, tiene una gran responsabilidad en el problema de la contaminación y los materiales cancerígenos, que afectan a la salud y al medio ambiente. 

Tecnocracia, postmodernidad e ingeniería química 


La ingeniería química es una disciplina que se ocupa del diseño, la construcción y la operación de procesos y plantas industriales que involucran reacciones químicas y cambios físicos de la materia. La ingeniería química tiene aplicaciones en diversos sectores, como la producción de energía, la fabricación de materiales, la síntesis de fármacos, la elaboración de alimentos, el tratamiento de aguas, la gestión de residuos, etc. La ingeniería química, como forma de ciencia y técnica, se rige por la racionalidad con respecto a fines, es decir, por la capacidad de elegir y aplicar los medios más adecuados para alcanzar unos fines dados, sin cuestionar la validez de estos fines.


Sin embargo, la ingeniería química, como toda forma de conocimiento y de acción, no puede ser ajena a la condición postmoderna, que se define como una incredulidad hacia las metanarrativas, según la expresión de Jean-François Lyotard. Las metanarrativas son los grandes relatos que pretenden dar sentido y legitimar la realidad y la historia, como pueden ser la Ilustración, el Marxismo, el Cristianismo, etc. Estas metanarrativas han entrado en crisis en la sociedad contemporánea, debido al progreso tecnológico, a la diversidad cultural, a la complejidad social y a la pérdida de valores. La condición postmoderna implica, por tanto, una pluralidad de pequeñas narrativas, que compiten entre sí, sin pretender una verdad o una legitimación universal.


¿Qué implica esta condición postmoderna para la ingeniería química? ¿Cómo puede la ingeniería química reflexionar críticamente sobre su papel y su responsabilidad en la sociedad actual? ¿Qué relación tiene la ingeniería química con el problema de la contaminación de los materiales cancerígenos? Estas son algunas de las preguntas que se pueden plantear desde la perspectiva de Lyotard, y que se intentarán abordar en este texto.


En primer lugar, la condición postmoderna implica una revisión de la racionalidad con respecto a fines que domina la ingeniería química. Esta racionalidad se basa en la idea de que la ciencia y la técnica son neutrales, objetivas y progresivas, y que no dependen de los contextos históricos, sociales y culturales. Sin embargo, esta idea es falsa, ya que la ciencia y la técnica están al servicio de intereses económicos y políticos, que determinan los fines y los valores que orientan la investigación, la innovación y la aplicación de los conocimientos y de los artefactos técnicos. La ciencia y la técnica, además, tienen consecuencias sociales y ambientales, que afectan a la calidad de vida, a la distribución de la riqueza, al ejercicio de la democracia y a la preservación de la naturaleza.


La ingeniería química, por tanto, no puede ignorar estas dimensiones éticas, políticas y ecológicas de su actividad, y debe someterse a una reflexión crítica sobre sus presupuestos, sus fines y sus consecuencias. Esta reflexión crítica implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y que cuestionan la validez y la legitimidad de la racionalidad con respecto a fines. Estas narrativas pueden ser de tipo científico, filosófico, religioso, artístico, etc., y pueden ofrecer visiones alternativas o complementarias de la realidad y de la historia. La ingeniería química debe dialogar con estas narrativas, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. Estos acuerdos racionales deben basarse en el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad, que son los principios de la racionalidad comunicativa, según Lyotard.


En segundo lugar, la condición postmoderna implica una revisión de la relación entre la ingeniería química y el problema de la contaminación de los materiales cancerígenos. Los materiales cancerígenos son sustancias químicas que pueden causar cáncer en los seres vivos, al alterar el ADN de las células y provocar su división anormal. Los materiales cancerígenos pueden estar presentes en el ambiente, en los alimentos, en los productos de consumo, en los procesos industriales, etc. La contaminación de los materiales cancerígenos es un problema grave, que afecta a la salud y al medio ambiente, y que requiere de soluciones urgentes y eficaces.


La ingeniería química tiene una gran responsabilidad en este problema, ya que puede contribuir tanto a su generación como a su prevención y solución. Por un lado, la ingeniería química puede generar materiales cancerígenos, al diseñar, construir y operar procesos y plantas industriales que involucran reacciones químicas y cambios físicos de la materia, y que pueden emitir o liberar sustancias químicas nocivas al ambiente o a los productos. Por otro lado, la ingeniería química puede prevenir y solucionar la contaminación de los materiales cancerígenos, al desarrollar tecnologías que reduzcan las emisiones y los residuos, que filtren y eliminen los contaminantes, que recuperen y reciclen los materiales, que sustituyan las sustancias peligrosas por otras más seguras, que mejoren la eficiencia energética y la sostenibilidad, etc.


La ingeniería química, por tanto, no puede ser indiferente a este problema, y debe asumir una actitud responsable y comprometida con el bien común. Esta actitud implica reconocer el impacto social y ambiental de su actividad, y buscar el equilibrio entre los beneficios económicos y los costes ecológicos. Esta actitud también implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y que expresan las demandas y las expectativas de los diferentes actores sociales, como pueden ser los consumidores, los trabajadores, los ciudadanos, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales, etc. La ingeniería química debe dialogar con estas narrativas, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. Estos acuerdos racionales deben basarse en el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad, que son los principios de la racionalidad comunicativa, según Lyotard.


En conclusión, la ingeniería química y la condición postmoderna plantean una reflexión crítica sobre la racionalidad con respecto a fines que domina la ciencia y la técnica, y sobre la relación entre la ingeniería química y el problema de la contaminación de los materiales cancerígenos. Esta reflexión crítica implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso, mediante el uso del lenguaje y el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad. Esta reflexión crítica también implica asumir una actitud responsable y comprometida con el bien común, y buscar el equilibrio entre los beneficios económicos y los costes ecológicos. La ingeniería química, por tanto, puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa, solidaria, equitativa y sustentable, desde la perspectiva de Lyotard.


La ingeniería química es una disciplina que se ocupa del diseño, la construcción y la operación de procesos y plantas industriales que involucran reacciones químicas y cambios físicos de la materia. La ingeniería química tiene aplicaciones en diversos sectores, como la producción de energía, la fabricación de materiales, la síntesis de fármacos, la elaboración de alimentos, el tratamiento de aguas, la gestión de residuos, etc. La ingeniería química, como forma de ciencia y técnica, se rige por la racionalidad con respecto a fines, es decir, por la capacidad de elegir y aplicar los medios más adecuados para alcanzar unos fines dados, sin cuestionar la validez de estos fines.


Sin embargo, la ingeniería química, como toda forma de conocimiento y de acción, no puede ser ajena a la condición postmoderna, que se define como una incredulidad hacia las metanarrativas, según la expresión de Jean-François Lyotard. Las metanarrativas son los grandes relatos que pretenden dar sentido y legitimar la realidad y la historia, como pueden ser la Ilustración, el Marxismo, el Cristianismo, etc. Estas metanarrativas han entrado en crisis en la sociedad contemporánea, debido al progreso tecnológico, a la diversidad cultural, a la complejidad social y a la pérdida de valores. La condición postmoderna implica, por tanto, una pluralidad de pequeñas narrativas, que compiten entre sí, sin pretender una verdad o una legitimación universal.


¿Qué implica esta condición postmoderna para la ingeniería química? ¿Cómo puede la ingeniería química reflexionar críticamente sobre su papel y su responsabilidad en la sociedad actual? ¿Qué relación tiene la ingeniería química con los conceptos de tecnocracia, autoridad, legitimación y poder-saber? Estas son algunas de las preguntas que se pueden plantear desde la perspectiva de Lyotard, y que se intentarán abordar en este texto.


En primer lugar, la condición postmoderna implica una revisión de la racionalidad con respecto a fines que domina la ingeniería química. Esta racionalidad se basa en la idea de que la ciencia y la técnica son neutrales, objetivas y progresivas, y que no dependen de los contextos históricos, sociales y culturales. Sin embargo, esta idea es falsa, ya que la ciencia y la técnica están al servicio de intereses económicos y políticos, que determinan los fines y los valores que orientan la investigación, la innovación y la aplicación de los conocimientos y de los artefactos técnicos. La ciencia y la técnica, además, tienen consecuencias sociales y ambientales, que afectan a la calidad de vida, a la distribución de la riqueza, al ejercicio de la democracia y a la preservación de la naturaleza.


La ingeniería química, por tanto, no puede ignorar estas dimensiones éticas, políticas y ecológicas de su actividad, y debe someterse a una reflexión crítica sobre sus presupuestos, sus fines y sus consecuencias. Esta reflexión crítica implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y que cuestionan la validez y la legitimidad de la racionalidad con respecto a fines. Estas narrativas pueden ser de tipo científico, filosófico, religioso, artístico, etc., y pueden ofrecer visiones alternativas o complementarias de la realidad y de la historia. La ingeniería química debe dialogar con estas narrativas, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. Estos acuerdos racionales deben basarse en el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad, que son los principios de la racionalidad comunicativa, según Lyotard.


En segundo lugar, la condición postmoderna implica una revisión de la relación entre la ingeniería química y los conceptos de tecnocracia, autoridad, legitimación y poder-saber. La tecnocracia es el sistema de gobierno o de organización social que se basa en el predominio de los expertos técnicos, que poseen el conocimiento y el control de los medios de producción y de comunicación. La autoridad es la capacidad de imponer o de influir en la conducta de los demás, mediante el uso de la fuerza, la persuasión o el reconocimiento. La legitimación es el proceso de justificar o de aceptar la autoridad, mediante el recurso a normas, valores o consensos. El poder-saber es el concepto que usa Michel Foucault para describir la relación entre el conocimiento y el poder, que se refuerzan mutuamente, y que determinan la forma de ver y de actuar sobre la realidad.



La ingeniería química, como forma de ciencia y técnica, tiene una gran influencia en la tecnocracia, la autoridad, la legitimación y el poder-saber, que caracterizan la sociedad moderna. Por un lado, la ingeniería química contribuye a la tecnocracia, al proporcionar los conocimientos y los artefactos técnicos que permiten el funcionamiento y el desarrollo de los sistemas económicos, políticos y sociales. Por otro lado, la ingeniería química se beneficia de la tecnocracia, al obtener recursos, prestigio y reconocimiento por su actividad. La ingeniería química, además, participa de la autoridad, la legitimación y el poder-saber, al intervenir en la definición y la solución de los problemas sociales, al establecer los criterios de verdad, eficacia y utilidad, y al generar un impacto social y ambiental.


La ingeniería química, por tanto, no puede ser indiferente a estos conceptos, y debe asumir una actitud crítica y responsable con respecto a ellos. Esta actitud implica reconocer el impacto social y ambiental de su actividad, y buscar el equilibrio entre los beneficios económicos y los costes ecológicos. Esta actitud también implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y que expresan las demandas y las expectativas de los diferentes actores sociales, como pueden ser los consumidores, los trabajadores, los ciudadanos, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales, etc. La ingeniería química debe dialogar con estas narrativas, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso. Estos acuerdos racionales deben basarse en el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad, que son los principios de la racionalidad comunicativa, según Lyotard.


En conclusión, la ingeniería química y la condición postmoderna plantean una reflexión crítica sobre la racionalidad con respecto a fines que domina la ciencia y la técnica, y sobre la relación entre la ingeniería química y los conceptos de tecnocracia, autoridad, legitimación y poder-saber. Esta reflexión crítica implica reconocer la pluralidad de narrativas que existen en la sociedad, y buscar acuerdos racionales sobre las pretensiones de validez que se plantean en el discurso, mediante el uso del lenguaje y el respeto a las reglas del diálogo, la igualdad, la libertad, la inclusión y la imparcialidad. Esta reflexión crítica también implica asumir una actitud responsable y comprometida con el bien común, y buscar el equilibrio entre los beneficios económicos y los costes ecológicos. La ingeniería química, por tanto, puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa, solidaria, equitativa y sustentable, desde la perspectiva de Lyotard.

Universidad productora de productores 


La ingeniería química, como disciplina académica y profesional, se encuentra en una intersección única donde la producción de conocimiento y la formación de sujetos emprendedores convergen. La universidad, en su papel de productora de productores, no solo transmite conocimientos técnicos, sino que también moldea las subjetividades de sus estudiantes, inculcándoles valores y prácticas que reflejan las demandas del capitalismo cognitivo.


Desde la perspectiva de Foucault, la ingeniería química puede ser vista como un campo de saber que está profundamente arraigado en la episteme de su tiempo. La episteme, un término foucaultiano, se refiere al conjunto subyacente de relaciones que establecen las condiciones de posibilidad para el conocimiento y la verdad en cualquier época⁶. En el contexto de la ingeniería química, la episteme actual está marcada por una valorización de la innovación y la eficiencia, impulsada por una economía que premia la transformación de materias primas en productos valiosos a través de procesos cada vez más optimizados y sostenibles.


Jorge Eliecer Martínez, por su parte, se enfoca en cómo los dispositivos de poder-saber configuran las subjetividades, especialmente en el ámbito educativo[^10^]. En la formación de ingenieros químicos, la universidad actúa como un dispositivo que no solo transmite conocimiento, sino que también establece normas y expectativas sobre cómo deben comportarse y pensar los futuros profesionales. Este proceso de subjetivación emprendedora alinea a los estudiantes con las necesidades del mercado laboral, fomentando una mentalidad orientada hacia la innovación, la competitividad y el emprendimiento.


La interacción entre la episteme y la subjetividad emprendedora en la ingeniería química se manifiesta en la forma en que los estudiantes son entrenados para abordar problemas. Se les enseña a ver las cuestiones técnicas no solo como desafíos científicos, sino también como oportunidades para generar valor económico y social. Esto refleja una episteme donde el conocimiento y la verdad están intrínsecamente vinculados a su aplicabilidad y rentabilidad.


En este contexto, la figura del ingeniero químico emerge como un sujeto emprendedor, cuya identidad y práctica profesional están formadas por una serie de discursos y prácticas que valoran la autonomía, la innovación y la capacidad de transformar el conocimiento en productos comercializables. La universidad, como espacio de formación, se convierte en un sitio donde se negocian y se refuerzan estas características, produciendo individuos que no solo poseen habilidades técnicas, sino que también encarnan los ideales de la subjetividad emprendedora.


En resumen, la ingeniería química, en el marco de la universidad productora de productores, se convierte en un terreno fértil para la intersección de la episteme y la subjetividad emprendedora. Foucault y Martínez nos ofrecen herramientas conceptuales para comprender cómo la educación en ingeniería química no solo transfiere conocimiento, sino que también forma sujetos que son capaces de navegar y prosperar en el dinámico paisaje del capitalismo cognitivo.



Latour: Ontología, Actores-Red y la ingeniería química 

Bruno Latour, el influyente sociólogo y filósofo de la ciencia, ha desarrollado una serie de propuestas metodológicas y teóricas que pueden ser aplicadas al estudio de la ingeniería química.

Bruno Latour ofrece herramientas conceptuales para analizar la ingeniería química desde una perspectiva relacional, considerando tanto los aspectos técnicos como los sociales. Su enfoque invita a mirar más allá de las categorías tradicionales y a comprender las complejas redes de actores involucrados en la producción y aplicación de conocimiento químico

 las propuestas de Bruno Latour nos invitan a considerar la contaminación de materiales cancerígenos como un fenómeno complejo y multidimensional, donde las relaciones entre actores y las estructuras sociales desempeñan un papel crucial

 A continuación, presento algunas de sus ideas clave:

Ontología Relacional

   - Latour argumenta que debemos abandonar la dicotomía entre lo "social" y lo "natural". En lugar de verlos como entidades separadas, debemos considerar las relaciones entre humanos, tecnologías y naturaleza como interconectadas y co-constitutivas.

   - Para estudiar la ingeniería química, esto implica analizar cómo los procesos químicos, las infraestructuras y las prácticas humanas están entrelazadas.

- Latour sugiere abandonar la dicotomía entre lo "social" y lo "natural". En lugar de verlos como entidades separadas, debemos considerar las relaciones entre humanos, tecnologías y naturaleza como interconectadas y co-constitutivas.

   - Para estudiar la contaminación de materiales cancerígenos, esto implica analizar cómo los procesos químicos, las infraestructuras industriales y las prácticas humanas están entrelazadas y contribuyen a la propagación de sustancias peligrosas.

 - ¿Cómo se entrelazan los materiales cancerígenos con las prácticas humanas y las infraestructuras?

   - ¿Qué relaciones existen entre la producción, el transporte, el uso y la eliminación de estos materiales?

Actores-Redes

   - Latour propone el concepto de "actores-redes" como una forma de comprender cómo los elementos técnicos, humanos y sociales interactúan en un sistema.

   - En el contexto de la ingeniería química, esto significa considerar no solo los aspectos técnicos, sino también las personas involucradas, las instituciones, las políticas y las redes de colaboración.  

- El concepto de "actores-redes" de Latour es relevante aquí. Debemos examinar cómo los elementos técnicos, las instituciones, las políticas y las personas interactúan en la cadena de eventos que lleva a la contaminación.

   - Esto podría incluir investigar la participación de empresas, reguladores, científicos, trabajadores y comunidades afectadas en la producción, transporte y uso de materiales cancerígenos.

   - ¿Quiénes son los actores clave en la cadena de eventos relacionados con los materiales cancerígenos? (por ejemplo, científicos, ingenieros, reguladores, trabajadores, comunidades).


   - ¿Cómo se comunican y colaboran estos actores en la gestión de riesgos?

Estudios de Laboratorio

   - Latour ha estudiado extensamente los laboratorios científicos y tecnológicos como lugares donde se construye el conocimiento.

   - Aplicado a la ingeniería química, esto implica investigar los laboratorios de investigación, las prácticas experimentales y las dinámicas de colaboración entre científicos e ingenieros.

   - Siguiendo la tradición de Latour, podríamos estudiar tanto los laboratorios de investigación como los contextos del mundo real donde se encuentran los materiales cancerígenos.

   - Esto implica observar cómo se detectan, analizan y gestionan estos materiales en entornos controlados y en situaciones reales.

   - ¿Qué investigaciones se realizan en laboratorios para comprender los efectos de los materiales cancerígenos?

   - ¿Cómo se aplican estos hallazgos en situaciones del mundo real?

Modos de Existencia

   - En su obra "Investigación sobre los modos de existencia", Latour propone una antropología de los "modernos" que va más allá de la dicotomía entre lo "natural" y lo "social".

   - Para la ingeniería química, esto significa explorar cómo los diferentes modos de existencia (como lo técnico, lo político, lo económico) se entrelazan en la práctica ingenieril.

   - La obra "Investigación sobre los modos de existencia" de Latour ofrece una antropología de los "modernos". Esto va más allá de la dicotomía entre lo "natural" y lo "social".

   - Para abordar la contaminación de materiales cancerígenos, debemos explorar cómo los diferentes modos de existencia (lo técnico, lo político, lo económico) se entrelazan y afectan la salud humana y ambiental.

   - ¿Cómo se entrelazan los modos de existencia técnico, político y económico en la gestión de materiales cancerígenos?

   - ¿Cómo afectan estos modos de existencia a la salud humana y al medio ambiente?

En resumen, las entrevistas basadas en la metodología de Latour pueden ayudarnos a comprender la complejidad de los materiales cancerígenos, considerando tanto los aspectos técnicos como los sociales. Es crucial analizar las redes de actores involucrados y las dinámicas que dan forma a la exposición y los riesgos

En el contexto de la ingeniería química, la metodología propuesta por **Bruno Latour** ofrece una perspectiva valiosa para comprender la interacción entre lo técnico, lo social y lo ambiental. A través de entrevistas con ingenieros químicos, podemos explorar cómo estas ideas se aplican en la práctica:


   - Las entrevistas pueden revelar cómo los ingenieros químicos interactúan con sistemas técnicos, equipos y procesos químicos.

   - Latour nos insta a considerar estas relaciones como entrelazadas, donde las decisiones técnicas afectan a las personas y al medio ambiente.

   - Al hablar con ingenieros químicos, podemos identificar los actores clave en la cadena de producción y distribución de sustancias químicas.

   - Esto incluye a los científicos, reguladores, empresas, trabajadores y comunidades afectadas. ¿Cómo se comunican y colaboran?

   - Las entrevistas pueden explorar los laboratorios de investigación y las prácticas experimentales en la ingeniería química.

   - ¿Cómo se generan datos? ¿Cómo se toman decisiones? ¿Qué papel juegan las infraestructuras y los instrumentos?


   - Latour nos anima a considerar los diferentes modos de existencia (lo técnico, lo político, lo económico).

   - Las entrevistas pueden ayudarnos a comprender cómo las decisiones de ingenieros afectan la salud humana y el entorno.


En resumen, las entrevistas con ingenieros químicos, desde la perspectiva de Latour, pueden iluminar las complejas redes de actores y procesos involucrados en la ingeniería química. Esto nos permite abordar la contaminación de materiales cancerígenos de manera más holística y considerar tanto los aspectos técnicos como los sociales  .



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Articulo Revista Historia Critica

 Etica contaminante y espiritu cancerigeno